miércoles, 30 de noviembre de 2011

Leonard Cohen



Gracias a los premios Príncipe de Asturias he redescubierto a Leonard Cohen, que es una maravilla. Después de escuchar su discurso en Oviedo (¡w-o-w!), no me pude resistir a ver un DVD, muy poético, titulado "I'm your man". No os lo podéis perder. Allí se ve todo su genio y su encanto. Y los comentarios de Bono, su admiración al maestro, son conmovedores. Por eso no es de extrañar que el gran final de la película sea esta puesta en escena de "Tower of Song", un dúo entre Cohen y U2, una conjunción casi perfecta.

He entresacado algunas frases sobre su música, su personalidad, su arte: un abrebocas para quienes aún no lo han visto. Es un artista realmente inspirador.

***
"I had the title 'poet' and maybe I was for a while. Also the title 'singer' was kindly accorded me, even though I could barely carry a tune". [Cómo surge una vocación artística: he ahí el misterio]

"A lots of songs are just a response to what struck me as beauty, whatever that curious emanation from a being or an object or a situation or a landscape. That had a very powerful effect on me, as it does on everyone, and I prayed to have somre response to the things that were so clearly beautiful to me and were a lot".

[Ouch. ¿Cabría aquí un "Solitude (III)?"] "My reputation as a ladies' man was a joke. It caused me to laugh bitterly through the ten thousand nights I spent alone."

[Bono] "He makes something beautiful out of this blackness. He finds shades in the blackness that feel like colour. And he has you at any stage in your life. He has your youthful idealism. He has you when your relationship is splitting up. He has you when you can’t face the world and you look for something higher to get you through. Inside of a pop song there were some big ideas, big dreams". [Nos bastan esas sombras. En un mundo de oscuridad las sombras, a veces, lo son todo. Porque en las sombras vemos la luz, que de algún modo es lo que siempre estamos buscando. ¡Cómo se agradece que alguien nos muestre -no nos diga- a ese poco de luz!].

[Bono, hablando de la mítica canción "Hallelujah", que pongo al final] "It's a song that is so surprising, because as well as bringing you to your knees, he makes you laugh out loud. And that's the shock, you see, lots of people, lots of writers have dared to walk up to the edge of, you know, reason, and stared into that great chasm, into the abyss. Very few people have got there and kinda laughed out loud at what they saw. So, there's definitely something. It's the divine comedy".

So, there it is:


domingo, 27 de noviembre de 2011

Todo comenzó en Fiume...


Acabo de terminar “Verde agua” con una honda impresión. Las palabras de Marisa Madieri me han ido calando con una sutileza inusitada. Una obra escrita con maestría, en la que se vislumbra un gran profundidad en muy pocas líneas. Dice muchísimo con muy poco, eso sí que es finura. A veces sólo una alusión, casi accidental (se pensaría), resulta desgarradora. Y a veces son los silencios, maravillosos, los que le dan más elocuencia a sus recuerdos.
Cabría extraer muchas frases magistrales, pero aquí perderían su encanto. En realidad había pensado escribir esta entrada acerca de lo conmovedoras que me habían resultado las palabras con las que concluye los dos pequeños párrafos en los que narra la enfermedad de su madre, pero al transcribirlas parecían una frase sin más, casi hecha, mientras que al leerlas en su conjunto tuve que gritar en mi interior: ¡touché!
Así que bueno, aquí las dejo, aún sabiendo que pierden gran parte de su encanto, simplemente como una viva recomendación para quienes aún no lo han leído: “La realidad, también la más terrible, parece a veces un plagio de célebres páginas literarias”. Un pequeño libro, que en su brevedad, es una verdadera joya.

Post scriptum: Luis Daniel González, en una reseña de Marisa Madieri, concluye con una frase de Chesterton que le viene al pelo y que me permito robar: «como decía Chesterton en uno sus ensayos, el arte no está en dilatar, en ensanchar, sino en recortar, porque "no se pueden representar ideas muy grandes sino en espacios muy pequeños"».

sábado, 26 de noviembre de 2011

Solitude (II)

Sí, es verdad. "El amor no es relleno para el vacío de la soledad." Y nunca puede serlo, porque se necesitan mutuamente. El amor -léase siempre también "amistad"- se acerca a la soledad con delicadeza, la toma con manos suaves para limar las aristas de la amargura y hacerla más humana. La soledad, por su parte, le recuerda al amor su dignidad: que no está hecho para este mundo, que el tiempo y el amor se contradicen, pues sus ansias son eternas. Ese resquicio, inaccesible, de la soledad es un apertura a la trascendencia.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Santa Catalina de Alejandría (II)


Hoy, 25 de noviembre, estamos de celebración en el blog, por ser la fiesta de santa Catalina de Alejandría, patrona de los filósofos.
El día 21 celebramos este día en la Universidad de un modo un tanto "pirata", con una conferencia de Alejandro Llano y una comida, sólo para filósofos, pues oficialmente el patrón de la facultad se celebra el día de san Isidoro de Sevilla. No sé si es simpatía femenina, pero me quedo con la filósofa alejandrina. El año pasado ya dije algo de ella, así que sólo me cabe añadir un par de datos de los que me enteré durante la comida, en la que fui a caer nada más ni nada menos —contra mi voluntad, aunque al final aprendí bastante, como se verá— que con el decano, el director del Departamento (el perfecto gentleman, Alvira) y dos profesoras.
Decían que santa Catalina es la santa más representada en la iconografía, tanto oriental como occidental. Una santa, sin duda, querida por muchos a lo largo de la historia, aunque muchas veces se ha dudado de su existencia y poco a poco va cayendo en el olvido. También contaban sobre su martirio: al principio se pensó en una rueda con cuchillos, pero esta se trababa constantemente y fallaban todos los instrumentos de tortura, hasta que el emperador, desesperado, la decapitó con su propia espada. Es leyenda cómo llegó su cuerpo hasta el monte Sinaí, pero al parecer allí está, en un monasterio que lleva su nombre y, decía el profesor Alvira, su cuerpo está incorrupto y, hasta el día de hoy, se documenta un cierto olor a rosas.

La cuestión es que, sea como sea, alguien que sepa dar razón de su esperanza (hasta convertir a 50 sabios que intentaban disuadirle de su fe, 50-0) y que esté dispuesto a dar su vida por la verdad, merece, por lo menos, una reverencia. Y yo, personalmente, lo que hoy le rindo es agradecimiento, porque nada es tan arrollador —por difícil y valiente— que un ejemplo de sabiduría y santidad. (Y bueno, si además me da un empujón para los exámenes que se avecinan, ya sería...)

lunes, 21 de noviembre de 2011

Solitude (I)


Recuerdo que leí, en un blog ya desaparecido, una cita de Eugenio D'Ors en la que hablaba de la soledad no como el estado de aquel que no tiene compañía sino como un carácter, un modo de ser, pues hay gente —dice D'Ors— que por más que esté acompañada, internamente siempre están solas. Es un tipo de soledad que se permiten aquellos que, en el fondo, saben que no están solos. Y porque saben que no lo están, aunque esa certeza se difumine constantemente, pueden soportar ese terrible silencio, que se vuelve una carga que no aplasta aunque a veces pese, un refugio que por el que a veces se cuela un poco de frío.
La soledad o bien te salva o te destruye. Está esa fecunda soledad del intelectual, el filósofo, el poeta, de aquellos que se dedican a una tarea que necesita del cultivo del silencio, porque es un oficio casi sagrado. Pero también está la soledad de aquel que no encuentra su vocación, del que no logra encontrarse a sí mismo en relación con los demás. Y, a veces, ese el drama, los sentidos de soledad juegan entre sí. No suelen darse solos, se hace guiños constantemente.
Ya he hablado aquí, en otra ocasión de la soledad. Y ahora, como entonces, vuelvo a remitirme al capítulo de un libro de Amalia Quevedo.
Todos estamos abocados a la soledad y en cierta forma nos hallamos anclados en ella. Pero sólo quienes asumen consciente y libremente este destino y saben encontrarse a sí mismos dentro de su soledad, son capaces de transformar su infertilidad aparente en el humus fecundo donde nace y madura la obra del pensamiento o del arte. “Las obras de arte —observa Rilke— son de una infinita soledad”. Así lo explica Gómez Dávila: “Sólo el arte nos revela la personalidad auténtica, porque sólo el arte nos entrega la soledad de la persona”.
Quizá el arte sea la mejor respuesta a la soledad. La vía de escape en este mundo. El arte puede redimir al hombre solitario del ostracismo al que se ve llamado, para pasar a encontrarse siempre en casa. La soledad es casi como un dádiva, pues tiene el anverso de regalo y el reverso de carga que todo don trae consigo. Por sólo quien no se sabe solo, puede sentirse así; quien se sabe rico en lo más profundo, pero a la vez radicalmente pobre en su día a día, en sus relaciones, en sus pensamientos. Esto, claramente, si no se busca como una pose artificiosa, con aires de pompa. Estas palabras de Amalia Quevedo son mucho más elocuentes:
Sin riqueza interior no es posible amar la soledad. Según Gómez Dávila, “la soledad es insufrible si el solitario no adhiere a evidencias trascendentes. Cuando la verdad muere, el hombre anestesia su angustia con el hedor de la muchedumbre humana”. Sin embargo, tan nocivo es no querer recibir nada de la soledad y huir de ella, como aferrarla en un intento crispado por arrebatarle sus dones.
La soledad sólo se entiende si va de mano con la amistad. Si la soledad es un bien, en cierto sentido, más lo es la compañía, no esa compañía tumultosa, que sumerge en el anonimato, sino esa verdadera cercanía que da la amistad. Pues la amistad siempre habla con las palabras íntimas y susurradas de la soledad. Sólo la amistad logra, con manos más delicadas, lo que logra también la soledad. Sólo la amistad llega tan hondo como aquella. Sólo la amistad puede influir tanto. Son dos grandes temas. Grandísimos y grandiosos. Por eso empiezo hoy con esta serie. Es un experimento, a ver qué sale.

(Para los anglófobos o los que piensen que lo de titularlo "Solitude" en lugar de "Soledad" es un tanto cursi, creo que tengo que justificarme, con estas palabras de Paul Tillich, sacadas de la socorrida Wikipedia: “Our language has wisely sensed the two sides of being alone. It has created the word loneliness to express the pain of being alone. And it has created the word solitude to express the glory of being alone.”)

jueves, 17 de noviembre de 2011

Vender el aire


El ser humano no solamente decide, sino que en toda decisión se decide. Nos hacemos en nuestras decisiones. Decidirnos es una actividad predominante en esta vida. Optamos por cosas que, a veces, pueden cambiar la existencia. No es que haya que dramatizar, pues en todo caso la vida te sorprende y teje sus propios caminos. Y al final resulta que una gran decisión termina relativizándose en el tiempo, mientras que lo verdaderamente determinante resulta ser una decisión tangencial, casi un per accidens. La cuestión es que nunca sabemos con certeza qué resultará de nuestras elecciones y hay que saber tomarse la vida en serio y en broma; tener un plan para lo propia vida, pero también dejarse sorprender, asumir la realidad múltiple en matices y posibilidades.
Quien es más libre es más capaz de dejarse sorprender, de aceptar la vida tal como viene, con sus azares e infortunios. Se equivocan quienes piensan que es más libre quien es más espontáneo, quien se deja llevar por lo que vaya saliendo a cada instante, como se mueve la veleta según sopla el viento. Para ser libre es preciso el conocimiento —la verdad—, que es como la base firme sobre la cual se puede construir lo que se desee. Hace falta una formación intelectual y humana seria y dedicada, que dé alas fuertes —no como las de Ícaro— para poder volar a ras de suelo y en las más profundas alturas. Es lo que se llama “tener visión de futuro”, estar abiertos a que la vida te sorprenda.
Esta semana me contaban de una buena mujer colombiana, sin mucho dinero, que había decidido construir su casa con la posibilidad de construir un segundo piso después. Cuando tuvo la necesidad de ir a Roma a visitar a un hijo suyo, lo que hizo fue “vender el aire”, la posibilidad de que otros construyeran un piso allí. Me encantó la metáfora: ¡Vender el aire! No hay mejor negocio que aquel. Supongo que eso es lo que quiero hacer en la vida, vender el aire. Construir firme, no para resguardarme en una casa sólida, no para encerrarme en mis ideas, ni siquiera para que vengan otros a mí a buscar allí un refugio. Construir firme para, después, poder vender el aire y que sean otros los que construyan, para vender puras posibilidades, o continuar la construcción con una infinidad de mundos posibles. En fin, construir firme para que la vida pueda hacer de las suyas, para poder aceptar con los brazos abiertos sus sorpresas. Para ser libre, en definitiva.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Tarkovski


El martes concluimos, con Sacrificio, el ciclo de cine de Andrei Tarkovski. Una maravilla. Es un hombre que ve la realidad de un modo penetrante, casi doloroso. Su interés por la persona, sus debilidades, su mundo interior es lo que se palpa en sus películas, lo que les da una actualidad permanente. Su última película, Sacrificio, equivale a concluir con broche de oro un carrera artística a la que Tarkovski se entregó de lleno. Es su arte, como él mismo lo indica, una ansia de lo ideal, un "preparar al hombre la muerte, conmoverle en lo más profundo de su ser". Esa es la clave para ver sus películas, el sentido de su arte que, sin buscar demasiados simbolismos abstractos, no deja de ser un gran parábola, como esta, con la que abre y cierra su última película:

"Érase una vez, hace mucho tiempo, un anciano monje que vivía en un monasterio ortodoxo. Se llamaba Pavme. Y plantó un árbol seco en una montaña, como este de aquí. Luego, le dijo a su discípulo, un monje llamado Ioann Kolov, que regara el árbol cada día hasta que reviviese. Así que cada mañana, temprano, Ioann llenaba un cubo con agua y partía. Subía la montaña y regaba aquel tronco seco y por la noche, en plena oscuridad, regresaba al monasterio. Hizo esto durante tres años y un buen día subió a la montaña y vio que todo su árbol estaba lleno de flores.
Digan lo que digan, un método, un sistema, es algo muy bueno. ¿Sabes? A veces, me planteo que si una persona cada día, exactamente a la misma hora, hiciera una cosa como un ritual, inmutable, sistemático, cada día a lo misma hora, el mundo cambiaría. Algo cambiaría, por fuerza."

Así que después de cinco películas y un diálogo verdaderamente interesante, gracias a todos los que habéis participado.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Luna Llena

Siempre la misma,
me visita y me dice:
¡Cuánto has cambiado!

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Cristo-Luna


Este poema, Cristo como luna (que por hacerse hombre lo vemos mejor que al sol), pensaba escribirlo yo. Pero Unamuno se me ha adelantado. Y lo ha hecho genial, así que, simplemente, lo reproduzco. Para esta noche y las siguientes.

Fragmento de "Al Cristo de Velázquez"
Miguel de Unamuno

Que eres, Cristo, el único
hombre que sucumbió de pleno grado,
triunfador de la muerte, que a la vida
por Ti quedó encumbrada. Desde entonces
por Ti nos vivifica esa tu muerte,
por Ti la muerte se ha hecho nuestra madre,
por Ti la muerte es el amparo dulce
que azucara amargores de la vida;
por Ti, el Hombre muerto que no muere
blanco cual luna de la noche. Es sueño,
Cristo, la vida y es la muerte vela.
Mientras la tierra sueña solitaria,
vela la blanca luna; vela el Hombre
desde su cruz, mientras los hombres sueñan;
vela el Hombre sin sangre, el Hombre blanco
como la luna de la noche negra;
vela el Hombre que dió toda su sangre
por que las gentes sepan que son hombres.
Tú salvaste a la muerte. Abres tus brazos
a la noche, que es negra y muy hermosa,
porque el sol de la vida la ha mirado
con sus ojos de fuego: que a la noche
morena la hizo el sol y tan hermosa.
Y es hermosa la luna solitaria,
la blanca luna en la estrellada noche
negra cual la abundosa cabellera
negra del nazareno. Blanca luna
como el cuerpo del Hombre en cruz, espejo
del sol de vida, del que nunca muere.
Los rayos, Maestro, de tu suave lumbre
nos guían en la noche de este mundo
ungiéndonos con la esperanza recia
de un día eterno. Noche cariñosa,
¡oh noche, madre de los blandos sueños,
madre de la esperanza, dulce Noche,
noche oscura del alma, eres nodriza
de la esperanza en Cristo salvador!

jueves, 3 de noviembre de 2011

Como una caracola


CARACOLA
Zbigniew Herbert

"Delante del espejo en el dormitorio de mis padres había una caracola rosa. Solía acercarme a ella de puntillas y con un repentino movimiento ponérmela en la oreja. Quería pillarla en ese momento, cuando no siente añoranza con su monótono susurro. Aunque era pequeño, sabía que, incluso cuando se ama mucho a alguien, a veces sobreviene el olvido."

Lo que el gran Zbigniew en este gran poema biográfico no dice es que nunca logró pillarla en ese momento. Que, aunque el olvido siempre está al acecho, hay amores, como el de la caracola, que perduran en el tiempo.

martes, 1 de noviembre de 2011

Celebramos la (tenue) esperanza

1/11/11: "Todos los santos" es una fiesta que me gusta especialmente, porque es la fiesta de la esperanza. Hoy la esperanza se hace tan palpable, tan palpable, que casi desaparece (como desaparecerá en el Cielo). Es además, una fiesta del recuerdo, la conmemoración. Una rebelión contra el olvido. Y en el recuerdo hay una mezcla de alegría y tristeza que ni siquiera desaparece con la esperanza. "Sólo aceptando la tristeza podemos aprender a descubrir en la tiniebla la esperanza", dijo Ratzinger tal día como hoy. La esperanza brilla particularmente en esa oscuridad, pero es siempre un brillo tenue, que hay que buscar y descubrir. Y Ratzinger (¿cómo lo hace?) sigue diciendo: "la tristeza, el dolor asumido, nos purifica y nos hace madurar, y nos ayuda a ver mejor las perspectivas de la vida: nos enseña a volvernos cada vez más a lo eterno. Nos ayuda a co-amar y a co-padecer con quienes allí sufren".
Hoy es un día para mirar al Cielo y unirnos a quienes ya se lo han currado y pedirles que nos hagan un hueco. Que no queremos ser molestos, ni perturbar su gloria, pero que nos miren especialmente, que oigan nuestras súplicas, que hagan efectivo su enchufe y, ya que nos acordamos de ellos y les reconocemos sus méritos (y aunque reconocérselo no sea mérito nuestro), hagan algo por nosotros. Yo ya les he pedido mi deseo. Una o dos cosillas; no quería ser demasiada molestia. Ya ellos harán. Al menos estoy segura de que mi petición será más efectiva que cuando confiaba mis sueños a una estrella.